Explorando la Belleza Serena de Japón: El Arte de Kawase Hasui

Sumérgete en el mundo sereno y evocador del arte japonés con Kawase Hasui, un maestro de la impresión de madera cuyas obras capturan la esencia misma de la naturaleza y la vida cotidiana en Japón.

Nacido en Tokio en 1883, Hasui desarrolló una profunda conexión con su país desde una edad temprana. Influenciado por los paisajes de los maestros ukiyo-e como Hiroshige y Hokusai, Hasui llevó esta tradición a nuevas alturas en el siglo XX con su propio estilo distintivo.

Hasui es conocido por sus impresiones de paisajes que abarcan desde las majestuosas montañas hasta los tranquilos rincones de los pueblos rurales. Con una técnica meticulosa y una atención al detalle impresionante, sus obras transmiten una sensación de calma y contemplación, invitando al espectador a sumergirse en la belleza serena de Japón.

A lo largo de su carrera, Hasui viajó extensamente por todo Japón, capturando la diversidad de su paisaje y la riqueza de su cultura. Sus impresiones están impregnadas de una atmósfera única, ya sea que representen la suave caída de la nieve sobre un templo antiguo o el resplandor dorado del sol poniente sobre el monte Fuji.

El arte de Hasui no solo es estéticamente hermoso, sino que también es una ventana a la historia y la tradición japonesas. Sus obras han sido aclamadas tanto en Japón como en el extranjero, y su legado perdura como un testimonio perdurable de la riqueza artística y cultural de Japón.

Adéntrate en el mundo de Kawase Hasui y déjate llevar por la magia de sus impresiones, donde la belleza tranquila de Japón cobra vida en cada pincelada.

Kawase Hasui

Kawase Hasui (1883-1957) fue un destacado artista japonés conocido por sus impresionantes grabados en madera, los cuales capturaban la belleza de los paisajes y las escenas urbanas de Japón. Hasui, activo durante las eras Taisho y Showa, se inspiraba en los elementos naturales, viajando para plasmar las distintas estaciones del año y buscando la nostalgia de tiempos pasados en sus obras. Fue un importante exponente del movimiento shin-hanga, el cual combinaba técnicas tradicionales con influencias occidentales. Sus grabados son admirados por su efecto tranquilizador y se consideran valiosas piezas de arte que reflejan la maestría artística y la sensibilidad única de Hasui. Sus obras son altamente valoradas en la actualidad y ofrecen una ventana a la belleza atemporal de Japón

Ejerció una influencia significativa en el arte japonés a través de sus impresionantes grabados en madera. Hasui, quien fue un importante exponente del movimiento shin-hanga, combinaba técnicas tradicionales con influencias occidentales, creando obras que capturaban la belleza de los paisajes y las escenas urbanas de Japón. Sus grabados, admirados por su efecto tranquilizador, reflejaban una sensibilidad única hacia la naturaleza y la arquitectura tradicional japonesa, lo que los convirtió en valiosas piezas de arte que ofrecen una ventana a la belleza atemporal de Japón13. Su legado artístico, marcado por paisajes evocadores y una maestría técnica excepcional, sigue siendo un pilar del arte japonés moderno4. A través de su enfoque en la captura de la esencia de Japón en sus obras, Hasui contribuyó a enriquecer y preservar la tradición artística japonesa, dejando un impacto perdurable en el arte del país

Conocido por sus impresionantes grabados en madera, se centró en capturar la belleza de los paisajes y las escenas urbanas de Japón. Sus obras reflejaban una sensibilidad única hacia la naturaleza y la arquitectura tradicional japonesa. Los temas y motivos comunes en sus obras incluyen:

  1. Paisajes naturales: Hasui se especializó en representar paisajes naturales, como montañas, ríos, y nieve, a menudo en diferentes estaciones del año.
  2. Escenas urbanas: También plasmó escenas urbanas, como templos, santuarios, y calles de ciudades japonesas, capturando la esencia de la vida cotidiana y la arquitectura tradicional.
  3. Efecto tranquilizador: Sus obras buscaban transmitir un efecto tranquilizador, reflejando la belleza atemporal de Japón y su maestría artística.

Tsuchiya Koitsu

Tsuchiya Koitsu (1870-1949) fue un destacado artista japonés conocido por sus impresionantes grabados en madera, que capturaban paisajes y escenas urbanas de Japón. Al igual que Kawase Hasui, Koitsu fue un importante exponente del movimiento shin-hanga, el cual combinaba técnicas tradicionales con influencias occidentales. Sus obras reflejaban una sensibilidad única hacia la belleza de la naturaleza y la arquitectura tradicional japonesa. Koitsu es especialmente reconocido por sus representaciones detalladas de paisajes nocturnos y escenas urbanas, que capturaban la atmósfera y la vida cotidiana de Japón. Sus grabados son altamente valorados en la actualidad por su maestría artística y su importancia histórica en el arte japonés.

El arte de Tsuchiya Koitsu se caracteriza por su asociación con el estilo shin-hanga, un movimiento distintivo de grabado en madera que floreció entre 1912 y 1945. Sus impresiones son muy reconocibles por su sutil tratamiento de la luz y la sombra, que añade una cualidad onírica y misteriosa a sus famosas impresiones de paisajes. El estilo de Koitsu se hizo eco de las técnicas de su maestro Kobayashi y reflejó las influencias de reconocidos artistas ukiyo-e. Utilizó hábilmente los efectos de luz para evocar emociones y atmósferas vívidas en sus impresiones, centrándose principalmente en la creación de imágenes de paisajes, incluyendo escenas de paisajes rurales, vida de pueblos y festivales antiguos. Su dominio de las técnicas de grabado en madera dejó un impacto duradero en el mundo del arte, haciendo que sus obras fueran muy buscadas por los coleccionistas interesados en las impresiones shin-hanga japonesas del siglo XX.

El estilo shin-hanga de la xilografía fue un movimiento del siglo XX en Japón que tenía como objetivo revitalizar el método tradicional de elaboración de grabados en madera a través de la colaboración entre talladores cualificados, impresores y un editor responsable del éxito comercial. Este movimiento puede verse como un renacimiento del movimiento ukiyo-e anterior, que había disminuido en popularidad. Las impresiones de Shin-hanga suelen caer en las categorías de paisajes, pájaros y flores, bellezas y actores. El estilo a menudo representaba temas como templos, paisajes rurales, vida en el pueblo y festivales antiguos. Las impresiones de Shin-hanga se caracterizan por su fusión del arte occidental y los valores japoneses, incluido el método tradicional de la xilografía. Las impresiones son conocidas por su calidad distintivamente moderna y táctil, y a menudo usaban hasta 20 bloques tallados individualmente para crear impresiones en color complejas. El movimiento shin-hanga prosperó hasta aproximadamente 1962 y demostró ser muy exitoso desde un punto de vista comercial

Taketori no Okina

El cuento del cortador de bambú» (también conocido como «El cuento del cortador de caña de bambú») es un antiguo cuento japonés que data del siglo X. Narra la historia de un hombre llamado Taketori no Okina, que descubre a una niña dentro de un tallo de bambú radiante. Él y su esposa la crían como su propia hija y la llaman Kaguya-hime, que significa «Princesa resplandeciente».

Kaguya-hime crece rápidamente en belleza y es cortejada por muchos pretendientes, incluidos nobles y emperadores, pero ella rechaza todas las propuestas. Eventualmente, revela que es de la Luna y debe regresar a su verdadero hogar.

El cortador de bambú, entristecido por la partida de Kaguya-hime, encuentra cartas y regalos para él y su esposa dejados por ella. Además, descubre que ella renunció a su inmortalidad para vivir como humana y experimentar amor y la vida en la Tierra.

Esta historia es famosa por su belleza poética y su reflexión sobre la naturaleza efímera de la vida y el deseo humano de lo eterno.

Utagawa Hiroshige

El arte japonés ha dejado una huella indeleble en la historia global, y entre sus destacados exponentes se encuentra Utagawa Hiroshige, un virtuoso del ukiyo-e, el arte de grabado en madera del siglo XIX en Japón.

Nacido en 1797, Hiroshige alcanzó renombre por sus impresionantes series de grabados, siendo «Las Cincuenta y Tres Estaciones del Tokaido» una de sus obras más icónicas. Esta serie capturó la esencia de la ruta entre Edo y Kioto, trayendo a la vida escenas de la vida cotidiana, paisajes naturales y puntos de interés a través de un uso magistral del color y la composición.

Su habilidad para transmitir la atmósfera y la naturaleza efímera de la realidad, especialmente en representaciones de lluvia, nieve y niebla, elevó su trabajo a un nivel de maestría reconocido mundialmente. Además, series como «Los Cien Vistas Famosas de Edo» y «Flores y Pájaros de las Estaciones» continúan siendo apreciadas por su belleza y detalle.

El impacto de Hiroshige trascendió las fronteras de Japón y llegó a Europa, donde su obra dejó una marca indeleble en pintores de renombre. Artistas como Vincent van Gogh, Claude Monet y Edgar Degas quedaron cautivados por la maestría de Hiroshige en la representación de la naturaleza, la perspectiva y el uso del color.

Van Gogh, en particular, se inspiró profundamente en las composiciones de Hiroshige, reinterpretando algunas de sus famosas estampas y adoptando elementos como la inclinación de la línea del horizonte y la representación de árboles y flores. Monet también admitió la influencia de Hiroshige en su enfoque del color y la luz en su serie de la Catedral de Rouen.

A pesar de su fallecimiento en 1858, el legado de Utagawa Hiroshige perdura. Su habilidad para fusionar la representación artística con una apreciación única de la naturaleza y la vida cotidiana continúa inspirando a generaciones de artistas en todo el mundo.

La belleza atemporal y la técnica magistral de Hiroshige en el ukiyo-e han dejado una marca indeleble en la historia del arte, sirviendo como un puente cultural entre Oriente y Occidente y demostrando que el arte verdaderamente trasciende las barreras del tiempo y la geografía.

ukiyo-e

El término «ukiyo-e» se traduce literalmente como «imágenes del mundo flotante» o «imágenes del mundo efímero». Estas impresiones eran producidas mediante un proceso de grabado en bloques de madera, donde cada color requería un bloque diferente.

El ukiyo-e inicialmente se centraba en la representación de escenas de la vida urbana, el entretenimiento, la belleza femenina, actores, paisajes, flora, fauna y narrativas históricas o mitológicas. Sin embargo, su alcance se amplió con el tiempo para incluir una variedad de temas.

Los artistas del ukiyo-e utilizaron diversas técnicas para crear estas impresiones, incluyendo el dibujo, la talla de bloques de madera, la aplicación de tintas y la impresión en papel. Estas obras eran reproducibles en masa, lo que las hacía accesibles para un público más amplio.

El ukiyo-e tuvo un impacto significativo en el arte japonés y en la influencia cultural fuera de Japón. Su estética, técnica y enfoque en la representación de la belleza natural y la vida cotidiana inspiraron a numerosos artistas occidentales, contribuyendo al movimiento artístico conocido como el Japonismo en Europa durante el siglo XIX. Grandes maestros del ukiyo-e como Hokusai y, por supuesto, Hiroshige, son ampliamente reconocidos como figuras clave en este estilo artístico distintivo y perdurable.

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Hiroshi Yoshida

Famoso pintor japonés conocido por su estilo de grabados en madera y acuarelas. Nació el 19 de septiembre de 1876 en la ciudad de Kurume, Japón, y falleció el 5 de abril de 1950 en Tokio.

Yoshida provenía de una familia de artistas. Su padre, Hiroshi Yoshida I, era un reconocido grabador en madera, y su madre, Yoshida Kiso, era una talentosa pintora. Desde joven, Hiroshi mostró un gran interés por el arte y comenzó a estudiar pintura al óleo y grabado en madera.

En 1899, Hiroshi Yoshida viajó a Estados Unidos, donde estudió arte en la Academia de Arte de San Francisco. Durante su estancia en Estados Unidos, Yoshida se vio influenciado por las corrientes artísticas occidentales, como el impresionismo y el estilo de los pintores estadounidenses de la época

Después de regresar a Japón, Yoshida se convirtió en uno de los principales impulsores del movimiento shin-hanga, que buscaba combinar la tradición japonesa con las técnicas y temas occidentales. En lugar de seguir el camino del arte puramente tradicional, Yoshida adoptó elementos del impresionismo y el realismo occidentales en su obra.

Yoshida es especialmente conocido por sus grabados en madera y acuarelas, en los que representaba paisajes, escenas urbanas y retratos. Sus obras capturan la belleza y la serenidad de la naturaleza, utilizando colores vibrantes y una atención meticulosa al detalle. Además de su habilidad técnica, Yoshida también era conocido por su capacidad para capturar la atmósfera y el estado de ánimo de una escena.

A lo largo de su carrera, Hiroshi Yoshida realizó numerosos viajes por Japón y el extranjero, y muchos de sus trabajos se inspiraron en los lugares que visitó, como la India, China, Estados Unidos y Europa. Sus grabados en madera y acuarelas se exhibieron ampliamente en exposiciones tanto en Japón como en el extranjero, y su obra gozó de reconocimiento y éxito comercial durante su vida.

Hiroshi Yoshida dejó un legado duradero en el mundo del arte japonés. Su enfoque innovador y su habilidad técnica le valieron el reconocimiento como uno de los grandes artistas de su tiempo. Sus obras todavía se exhiben en galerías y museos de todo el mundo, y su influencia continúa inspirando a artistas y amantes del arte en la actualidad.

Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida

Articulo publicado en el diario El Pais versión digital. Escrito por Marta Rebón.

En una época dominada por el consumismo y la obsolescencia programada, lo más probable es que si una mañana te levantas con el pie cambiado y, en un tropiezo, se te cae la taza del desayuno, te resignes a recoger sus pedazos y los tires a la basura sin más. Algo impensable en Japón. Hace cinco siglos, surgió en el lejano Oriente el kintsugi, una apreciada técnica artesanal con el fin de reparar un cuenco de cerámica roto. Su propietario, el sogún Ashikaga Yoshimasa, muy apegado a ese objeto indispensable para la ceremonia del té, lo mandó a arreglar a China, donde se limitaron a asegurarlo con unas burdas grapas. No contento con el resultado, el señor feudal recurrió a los artesanos de su país, que dieron finalmente con una solución atractiva y duradera. Mediante el encaje y la unión de los fragmentos con un barniz espolvoreado de oro, la cerámica recuperó su forma original, si bien las cicatrices doradas y visibles transformaron su esencia estética, evocando el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas, la mutabilidad de la identidad y el valor de la imperfección. Así que, en lugar de disimular las líneas de rotura, las piezas tratadas con este método exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida. Se vuelven únicas y, por lo tanto, ganan en belleza y hondura. Se da el caso de que algunos objetos tratados con el método tradicional del kintsugi —también conocido como “carpintería de oro”— han llegado a ser más preciados que antes de romperse. Así que esta técnica se ha convertido en una potente metáfora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.

El ‘kintsugi’ evoca el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas y otorga valor a
nuestras imperfecciones

La filosofía vinculada al kintsugi se puede extrapolar a nuestra vida actual, colmada de ansias de perfección. A lo largo del tiempo conocemos fracasos, desengaños y pérdidas. Con todo, aspiramos a esconder nuestra naturaleza frágil, esa que nos hace más humanos y auténticos, bajo la máscara de la infalibilidad y éxito. Se ocultan los defectos, aunque desde que nacemos nos recorre una grieta. Adam Soboczynski apunta en El arte de no decir la verdad(Anagrama) que hemos aprendido a camuflar “con gran esfuerzo, y manteniendo la compostura, incluso la más terrible de las conmociones que nos golpean”.

Kintsugi, la belleza de las cicatrices de la vida | EL PAÍS Semanal

Somos vulnerables no solo física, sino también psíquicamente. Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. A veces, es el azar el que nos lleva al punto de ruptura; otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas y la avidez de novedad, los que nos metemos en el hoyo. El filósofo Josep Maria Esquirol defiende que “la memoria y la imaginación son las mejores armas del resistente”. Como animales dotados de creatividad, tenemos una poderosa herramienta en la capacidad de concebir alternativas a la realidad. Pero cuando soplan malos vientos, ¿qué más nos ayuda a resistir la embestida? La respuesta es, según la escritora Joan Didion, el verdadero amor propio. La gente con esta cualidad “es dura, tiene algo así como agallas morales; hace gala de eso que antes se llamaba carácter”. Y el logro de una vida plena pasa, además, por librarse de las expectativas ajenas y dejar atrás la compulsión de agradar.
No hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia. En el kintsugi, el proceso de secado es un factor determinante. La resina tarda semanas, a veces meses, en endurecerse. Es lo que garantiza su cohesión y durabilidad. Entre los cultivadores de la paciencia, Kafka ocupa un lugar privilegiado. Para él, la capacidad de saber sufrir y de tolerar infortunios era la clave para afrontar cualquier situación. Un día, mientras paseaba con un amigo, le dio este consejo: “Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia. Solo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo”. La receta para vivir del autor de El procesoes sencilla, pero no por ello menos difícil: “Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer”.

Saber valorar lo que se rompe en nosotros nos aporta una serenidad objetiva. Apreciémonos como somos: rotos y nuevos, únicos, irreemplazables, en permanente cambio. 

Pequeño video donde podemos ver de forma rápida cuál es el resultado.

La «gran mentira» de las adolescentes obligadas a tener sexo con los soldados japoneses

La «gran mentira» de las adolescentes obligadas a tener sexo con los soldados japoneses

Toshio Tamogami afirma que es totalmente falso que el gobierno nipón raptase a miles de mujeres y las obligara a prostituirse con sus combatientes durante el conflicto

Han pasado casi 75 años desde que, en el frente del Pacífico, Japón se enfrentaba a sangre y fuego contra los aliados para dirimir quién se alzaría con la victoria en la Segunda Guerra Mundial. Aquel enfrentamiento, como es lógico, acabó con la vida de miles de combatientes en pleno campo de batalla y marcó la de otros tantos que, tras toparse con una mina enemiga o un explosivo, vieron su existencia destrozada para siempre.

No obstante, lejos de las zonas de combate también había miles de mujeres asiáticas cuya existencia quedó horriblemente marcada cuando -aproximadamente desde 1938- el ejército japonés las raptó para que mantuvieran decenas de relaciones sexuales a diario con los soldados del Emperador. Todas ellas eran llamadas «mujeres de solaz» y, aunque no tuvieron que enfrentarse a las balas, sin duda tuvieron que pasar por unas penurias que nunca olvidarían.

Esto es, al menos, lo que cuentan los libros de Historia sobre ellas. Una práctica que ha llegado a reconocer el gobierno japonés y por la que pidió disculpas en 1997. No es para menos, pues unas 200.000 mujeres (principalmente chinas, filipinas, coreanas e indonesias) fueron sacadas a golpes de sus hogares y arrebatadas de los brazos de sus familias para servir de «desahogo sexual Toshio Tamogami, un exjefe de personal de la fuerza aérea nipona y político en activo que -en una entrevista concedida a la «BBC»- ha afirmado que nunca existieron las «mujeres de solaz».

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